ARXIU FESTER (I): SANT PASQUAL

L'any 1989, amb la intenció de preparar el quart centenari de la mort de Sant Pasqual a Vila-real (17 de maig de 1592), no solament estava a ple rendiment la Junta d'Obres de Sant Pasqual, sinó que, fins i tot, es pensà en recuperar la desapareguda publicació "SAN PASCUAL" mitjançant el pare franciscà Fernando Rodríguez, el qual embolicà un bon grapat de manifassers, lletraferits i gent de la cultureta local, entre els quals hi havia aquest que subscriu.

L'únic inconvenient -per la meua part- era que, en principi, ens demanaven que escriguérem en castellà... i no per desconeixement, ni cap fòbia personal, ni molt menys, sinó perquè als que som valencianoparlants que vàrem estudiar sempre en castellà -obligatòriament i per qüestions cronològiques- i, finalment, vàrem aprendre a escriure la llengua materna pel nostre compte i perquè ens venia de gust (és a dir, sense esperar res a canvi: ni crèdits, ni punts per a cap concurs, etc.) sempre ens ha agradat triar la llengua en què redactem les coses.

De tota manera, vaig pensar que la causa s'ho mereixia, Vila-real estava vivint una època il·lusionant i tres anys més tard van arribar aquelles espectaculars festes del 92 -amb visita reial inclosa!-, sí, sí, quan a Vila-real també vàrem viure, a la nostra manera, unes olimpíades festeres i una expo de la ciutat televisada a tot l'estat, perquè el director de TVE també era del nostre poble (us sona un tal Jordi Garcia Candau?). Més endavant, ja ens van "deixar" escriure en valencià, la revista es va consolidar i els manifassers tornàrem a les nostres dèries. Si us plau llegir el que segueix, es tracta del resultat barroco-fester d'un assaig a trenc d'alba, d'una ofrena, quan Vila-real creixia i aspirava a enrajolar el món:



Aletargado en nocturnos jazmines, ornamentado por luces multicolores y perfumado de autóctonos azahares, ha irrumpido, en silencio, el mes de Mayo.

La tradicional devoción pascualina de nuestras devotas gentes se revivifica, se transforma traspasando el umbral de la catarsis festiva en una gozosa ofrenda colectiva que conforma el equilibrado caleidoscopio humano distorsionando, deliberadamente, la tranquilidad ancestral de nuestras calles.

Vila-real, 299 años después de la canonización de nuestro santo (compartido patrimonialmente con la Torrehermosa que le brezó y participado en veneración con fervorosos de los más recónditos parajes mundanos), ha incrementado vertiginosamente sus recursos espirituales y materiales, porque, ciertamente, se nos antoja difícil la fácil premisa del cotidiano contexto de crisis: la progresiva variedad de bienes económicos, emanados de un amplio espectro productivo que sobrepasa el boyante sector cerámico y el irregular campo de los cítricos, hay que sumarla al atávico denuedo creativo y emprendedor de los conciudadanos, en la vertiente lúdica, social y religiosa. El elenco de artistas ilustres, por todos conocido, se erige sobre los cimientos de un sinfín de artesanos entre bastidores que han sabido plasmar el entramado básico de la infraestructura de la identidad.

En el "flash" neurálgico de un estratégico momento de quietud, entre el estruendo percusionista de la carcasa y el bullicio sonoro del general volteo de campanas, la fiesta brindará el merecido reconocimiento al carácter abnegado y amorosamente servicial de los mayores, a los que ahora, por razones de edad y salud, no pueden acceder al florecer de la ciudad cuando despiertan jazmines, destellan cálidas luces y de los verdes naranjos irradian aromas blancos hacia los infinitos; a los que ya no pueden hacer acopio de los preciados frutos que mimaron en tiempos más difíciles hay que reconocerles, justamente, las redondas cosechas que fraguaron con vocación de futuro.

La ingente fiesta abre sus largos brazos a la concordia armónica de la esperanza con su solemne pregón, llenando sistemáticamente, desde la porticada Plaza de la Vila, los frondosos arrabales y las soleadas avenidas. San Pascual Baylón es el acicate de la alegria, el estímulo de renovada oblación. Y cada uno de nosotros, aderezado con la personal circunstancia, acude puntual a la cita moldeando la nueva ilusión, entonando viejos cánticos, responsabilizándose de su particular misión, recitando gozos y plegarias, rememorando especiales anécdotas, olvidando días difíciles o imaginando un futuro mejor.

Todo invita al alborozo y la algarabía; pero también a la lectura y la reflexión tendiendo un meditado puente hacia nuestra más remota historia, enarbolando las entrañables raíces que nos hacen sentir, al instante, ese extraño sentimiento de colectividad que aspira a entender los mundos. La fiesta es ofrenda floral: anudad manojos de jazmines, ramos de rosas, ramilletes de azahar. La fiesta invita a reinventar la comprensión, a quemar enseres desvencijados, a reemprender la irrepetible rutina del amor... ANTONI PITARCH FONT (Revista "SAN PASCUAL", maig 1989)
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