dimarts, 20 de març del 2012

DE LA GASTRONOMIA FESTERA A L'OPERACIÓ BIKINI


Diu la sentència popular que els diners no donen la felicitat, però ajuden a trobar-la... Potser la festa tampoc és, només, la gastronomia, però què seria de la festa sense una bona taula amanida amb els millors productes de la terra?

A poc a poc, els embats de la globalització ens ha portat a valorar, cada vegada més, la cuina de proximitat perquè, a més a més, té un valor ecològic afegit: tot allò més pròxim, és a dir, poc passejat, no solament és més fresc, natural i autèntic, sinó que són productes amb baixos costos energètics donat que s'han invertit escasses hores de transport o pocs litres de benzina. I si no us pareixen suficients arguments, només cal fixar-se en la varietat i qualitat de qualsevol producte de la gastronomia mediterrània: el peix és més salat i, per tant, més saborós que el dels grans oceans (encara que siga fruit de l'aqüicultura), la carn és més lleugera perquè no comptem amb els grans mamífers dels climes plujosos del Nord (pollastres, conills, corder i poca, molt poca vedella) i què dir de tota classe de fruites i fruits secs, d'hortalisses i verdures (encara que volen imposar-nos els productes del Marroc). Tots aquests ingredients, sumats a la imprescindible farina (cada dia més cara, perquè valen igual dos barres de pa que un cabàs de navel·lates) poden metamorfosar-se en bunyols fallers (de figa o figa albardada, i de carabassa), coques salades i dolces de totes classes, pastissets de peix, ximets o els famosos entrepans madaleneres de truita de faves per matar la fam unes hores abans d'encarar una saborosa paella presentada o feta amb les mil-i-una modalitats (de conill, mixta de conill-pollastre, de peix, encara que a cada poble i a cada ciutat es diu que tenen la fòrmula més genuina). Sense oblidar la fideuà, l'empedrao o la tradicional Xulla de Vila-real que, un dia d'aquest, igual comencen a copiar-se a les festes de les urbs orientals més densament poblades.

I tot això regat amb els cada dia millors vins valencians (d'Alacant o d'Utiel-Requena) on els de Castelló han començat a guanyar-se, merescudament, un lloc de prestigi, com les ametlles (que "s'exporten" a Xixona per fer els millors torrons del món) o l'oli i la mel de la Serra d'Espadà i de les comarques de l'interior. Sense oblidar la incipient cervesa d'elaboració autòctona que ja comença a comptar, fins i tot, amb autors de La Plana (Vila-real, Alcora, Almassora, etc.) o, per tancar els àpats, els licors de Xert, per exemple, o un remat més dolç i fresquet com és l'orxata: això és or, xata, encara que Jaume I, pobret, igual la va palmar sense provar-la... com no va provar les "nostres" taronges o les melmelades afruitades que són una mascletà de sensacions bucals.

Sí, per suposat, la festa també són les gaiates, les falles o les actuacions musicals, però, aquesta setmana que acabem de tancar en dilluns, el que no haja guanyat pes és que està malalt de salut o que ja ha començat l'Operació Bikini...

Les persones que pensen en comprar-se un vestit (pagat amb diners privats, això sí!) per les comunions de finals d'abril no saben, ara mateix, si hauran pujat de talla o no, però els que miren a més llarg termini i ja pensen en la platja i en lluir "tipín" que no se facen il·lusions perquè encara queda una llarga Pasqual de mones (de confitura o de dolços), llongos, llonguets o les famoses empanades de tonyina i de llonganissa que encara elaboren moltes famílies a la pròpia llar, perquè la cuina casolana té fronteres, però no sap de talles de roba... i molt menys en aquest boig prêt-à-porter globalitzat.

2 comentaris:

TONI PITARCH ha dit...

Leo en Telva la entrevista de abril a Camps:
"¿Cuál ha sido su mayor pecado?
Ninguno"
¿Ninguno? Eso, justamente, es un pecado capital: el de soberbia. Un creyente no puede decir que no ha pecado o que no tiene una escala de pecados. Eso es ser vanidoso.
"¿No se arrepiente de nada?
No. ¡Pero si es que lo único que he hecho ha sido ganar elecciones y hacer que la Comunidad Valenciana se sintiera por primera vez en muchos años fuerte, próspera, digna, modesta, moderna y leal a España! Nos hemos situado como motor de este país. Durante el invierno nuclear del gobierno de Zapatero, Valencia alumbraba el camino del futuro de España".
¿El invierno nuclear del gobierno de Zapatero? Es estremecedor el párrafo recién reproducido. Camps sigue pecando de soberbia, pues el arrepentimiento de los pecados forma parte de las tareas del creyente. Algo habrá hecho mal, ¿no? Pero lo peor no es eso. Lo peor --como sabemos y ya pudimos comprobar-- es el mundo irreal en el que vive y nos ha hecho vivir en la Comunidad Valenciana. Hay oscuridad y hay luz, un mundo de tinieblas y un mundo de luminosidad. El bien y el mal, vaya. Su Gobierno alumbraba el camino a seguir: todo muy bíblico, ya ven. Pero faltan luces. Hay que decírselo: sr. Camps, luz, más luz.

"¿Qué ha aprendido?
Mucho. Ahora me doy cuenta de que estoy más preparado que nunca para ser presidente de la Generalitat Valenciana o del Gobierno. Tras estos años en la primera línea de la política sé que todavía tengo más hechura. Mi recorrido ha sido un cursus honorum romano. Fui concejal del Ayuntamiento de Valencia y arreglé el tráfico en la ciudad. Y mire, aquí ya no existen los atascos. He sido consejero en el Gobierno Valenciano, Diputado Nacional, vicepresidente del Congreso, delegado del Gobierno, presidente de la Generalitat Valenciana... No he llegado a ministro pero he estado cerca. Empecé ordenando el tráfico y terminé dirigiendo todo el escenario, que es lo bonito, lo que a mí me gusta. Es que al final mi bagaje es impresionante... Ya, si a usted no hace falta que le pongan medallas. Porque voy con la verdad por delante y digo las cosas como son".
La vida da muchas vueltas: como los coches que transitan por la ciudad cuyo tráfico él arregló. Presuntamente. El porvenir es largo: como espera Camps de su propio futuro. Pero los hechos son testarudos.
Algún día, cuando todo esto escampe, habrá que someterse a una terapia colectiva. A un examen de conciencia, que dicen los creyentes. Y habrá que pedir disculpas por la ostentación y el chalaneo. Al Partido Popular.
Y habrá que seguir exigiendo responsabilidades: a los valencianos, tan campechanos, tan dados a las paellas de hermandad.

Justo Serna, "Valium o Tripalium", El País, Comunidad Valenciana, 21 de marzo de 2012

TONI PITARCH ha dit...

UN TIPO DE PUEBLO: Miquel Angel Lotina Oruechebarría
A las dos noches del descenso a Segunda con el Deportivo, Miguel Ángel Lotina atendió una llamada radiofónica. Fue cuando se desmoronó el rubio de Meñaka. Aquel desgarbado delantero que jaleaban en Las Gaunas y quiso ser entrenador porque, como futbolista, no terminaban de explicarle el juego lloró. Ya lo había hecho en Valencia, cuatro años antes. Entonces se había quedado al filo de salvar a una Real Sociedad a la que había cogido en la octava jornada con dos puntos. Aquellos sollozos mostraron cómo le devastaba la pérdida de la categoría. “Me acuerdo cada día de lo de la Real”, confiaba antes de que el Deportivo acabara en Segunda. Ahora, en sustitución de José Francisco Molina, asume el reto de salvar al Villarreal. A Lotina no le ayudan los estereotipos, su aire meditabundo, la confesión de que vive en la duda y que trata de hacer de ella virtud. “En el fútbol no hay verdades absolutas”, sostiene tras forjarse desde las catacumbas hasta la élite. Fue un jugador de los que galvanizan con su entrega. Lo hizo en el Logroñés, en el que gestó su conocimiento sobre el buen vino y se consolidó como profesional. Hombre de área, con facilidad para el gol, pero sin talento, cuando el Logroñés subió el nivel, se afianzó en Segunda y ascendió a Primera, sintió que su tiempo de corto había terminado y atendió la sugerencia de David Vidal de seguir como su segundo. Desde entonces encadena las luces y las sombras propias de los técnicos. Se hizo un nombre al poner al Numancia en el mapa con una epopeya en la Copa similar a la del Mirandés (tres primeras superados y una inolvidable eliminatoria ante el Barça de Cruyff) y subirlo a Primera, como a Osasuna. En el Logroñés fue destituido y en Badajoz no se adaptó. En 2002 recibió la llamada del mejor Celta. “Esperaban otra cosa y llegó Lotina”, recuerda. Jugó la Champions, pero al año siguiente descendió en una campaña que no pudo acabar. Con el Espanyol ganó la Copa y se salvó del abismo en la última jornada. En San Sebastián dolió que despreciara continuar. “Un entrenador que baja de categoría no debe seguir”, afirma. Un entrenador que baja de categoría no debe seguir en el equipo”. En Riazor hizo milagros con un Deportivo de rebajas. Al cuarto año cayó. Muchos le dijeron que ese curso estaba de más, pero él se encontraba cómodo. En enero ya había decidido que no podía tener más recorrido. La confianza del vestuario se erosionó en cuanto se rompió el diálogo con los jugadores de mayor peso. Le dañó la decisión, reconocida como errónea, de convertir a Valerón en marginal y le echaron en caros fichajes, forzados por la penuria económica, que no respondieron. Le perdió la lengua. Lotina es franco y no le importa detallar sus fortalezas y defectos. O los del club que le paga. Augusto César Lendoiro, el presidente del Deportivo, llegó a decir que debería ponerle un bozal. La incapacidad para manejarse con ambigüedades le ha costado algún disgusto, como cuando, ya fuera del equipo, relató en una charla con aficionados que Manuel Pablo solo había dado “un centro bueno en cuatro años” y que Juan Domínguez sufría para que desde fuera del área un chut suyo llegara por el aire al portero. “No puedo cambiar la filosofía del Villarreal. Aunque la situación no es fácil, el reto es ilusionante”, dijo ayer en su presentación al frente del cuadro castellonense. Iba a estar un ejercicio sin entrenar, el primero en 22 temporadas, mejorando su inglés, él, aquel chiquillo, el menor de ocho hermanos, que aprendió castellano a los nueve años y quedó impactado cuando conoció San Mamés. Allí sintió la llamada del fútbol, algo inesperado en una familia sin pasado pelotero en la que el padre madrugaba para atender a las vacas y sus dos hermanas mayores se hicieron monjas. “La gente debería valorar más la vida de pueblo, el trabajo de quienes viven allí”, destaca.
Esa tenacidad es la que identifica a Lotina, amante de los equipos bien ordenados, de una cultura del esfuerzo que deberá aplicar para que un nuevo descenso no le sepulte.
El País (20/03/2012)

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